EL DOLOR DE LOS POETAS
(1936-1977)
Somos los eternos olvidados de las cunetas,
un disparo triste recuerda nuestro origen.
Los espectadores aplauden con desgana,
no tuvieron suficiente sangre ni tortura.
El espectro de Lorca amordazado se levanta,
Luis Cernuda intenta inútilmente fundir deseo y realidad
mientras Aleixandre languidece sin poder besar el pecho desnudo de su amor.
Los espectadores tapan sus oídos con cera
para no escuchar el dolor de los poetas.
Nadie se interesa por nosotros,
nuestros asesinos nos gobiernan y bendicen.
Aburridos los espectadores quieren una revolución,
pero una revolución bancaria.
Sin palabras para describirnos, no interesamos a nadie.
El vicio burgués decolora nuestras manos,
nuestra anomalía no es revolucionaria, sólo queremos amar
y nos dicen que ya tenemos prostíbulos y cines clandestinos.
La sociedad no está preparada para reconocernos,
ni siquiera las bombas explotan por nosotros.
Nadie reconoce el cadáver semidesnudo
hallado en el parque, no saldrá en los periódicos.
Nadie quiere hablar porque no existimos,
sin víctimas no hay violencia.
Me avergüenza este país de muertos, crucifijos y silencio.
La amnesia nos hermana con los eternos olvidados de las cunetas.
Eufóricos espectadores celebran su libertad de expresión
borrando el pasado, mirando con esperanza su futuro,
pero mi expresión se reduce al anonimato y al silencio
porque nuestro amor y nuestros cuerpos son invisibles.
Somos los protagonistas invisibles,
los eternos olvidados de las tapias de los cementerios.
Y ahora comprendo que nunca podré amar,
nadie soñará nunca con mi cuerpo.
© José María Herranz Contreras