01 julio 2024

LIVING ON THE DANCEFLOOR (2) – SAMANTHA HUDSON Y LA PROHIBIDA - DISCO JET LAG - ARTE DE LA DANZA (JOSÉ MARÍA HERRANZ)



Vídeo de Youtube original de Samantha Hudson y La Prohibida: Disco jet lag (Subterfuge records).

https://www.youtube.com/watch?v=KQq6aLZlf_Y&ab_channel=SubterfugeRecords

En esta segunda entrega de “Living on the dancefloor” continúo mi tributo a grandes artistas de la música y la pista de baile.

Para los que deseen profundizar en la experiencia del baile, el amor y el sexo puro y hermoso pueden acercarse a mi libro “Arte de la danza”, publicado por “Los libros del Mississippi”. Se puede adquirir pinchando aquí.

En esta ocasión, tributo homenaje a dos referentes indiscutibles del drag español actual, Samantha Hudson y La Prohibida, en este impactante trabajo visual rodado por Fran Granada, Jesús Zambrana y Angélica Bustos. Ambientada en tiempos de la pandemia del COVID, un grupo de dance-kids queda confinado en “Disco Búnker” (sala Cool de Madrid, mítico templo gay del baile) y ahí es donde arranca la canción.

Las diosas del amor y el exceso, las dos mujeres de género cruzado, divino, completo, fuera de este mundo, son las diosas del hedonismo puro y simple, y por el confinamiento impuesto por las autoridades quedan así sumergidas en una vorágine de sensualidad táctil, visual y sonora que redescubren –o más bien reelaboran- los conocimientos mistéricos antiguos –que proporcionaban el vino y los alucinógenos ancestrales, pero en este caso redescubiertos –o reelaborados- en esa caja misteriosa que Prohibida abre y muestra a Samantha: la mágica cinta de cassete dorada de los tiempos antiguos previos a internet, que contiene una música potente y excesiva que se interpretaba sin máquinas, y que les va a servir para oficiar una nueva comunión con la audiencia en la pista de baile para catapultarlos al “disco jet lag” donde el tiempo y el espacio serán anulados.

Es en este espacio cerrado de la contracultura donde van a darse la mano Henry Purcell y Caravaggio –ambos artistas queer, como ellas, de siglos pretéritos, que han proporcionado obras maravillosas a la humanidad. Yo no sé si habrá sido intencionado por los directores de esta pieza visual, pero los momentos en que, como en una foto fija, se nos muestra a parte del coro sosteniendo en brazos a La Prohibida reclinada como una virgen, podrían haber sido pintadas por Caravaggio con el matiz trans mucho más allá de lo gay con que el gran pintor italiano camuflaba en sus obras la pulsión del deseo y la belleza



Porque lo que aquí se celebra, bajo tintes de purpurina y destellos láser en la pista de baile, es algo muy serio y remoto: la pulsión de la vida, el deseo y la belleza, que trasciende el propio cuerpo y, por supuesto, el género y los absurdos ropajes, máscaras y conductas que diferencian a los hombres de las mujeres y a los divinos-as andróginos o intersex, y que tanto amamos o detestamos. Pero da igual, al fin y al cabo, el deseo se muestra fértil y explosivo y en las catacumbas de lo contracultural siempre se manifiestan los antiguos cultos.

En cuanto a la letra, poco más que añadir a su genialidad, y decir que lo mejor de estas piezas –y de todo icono pop que se precie- es su maravillosa y sensual superficialidad que esconde verdades muy profundas.

“Ellas se sienten desnudas”, dicen muchas veces, y es que la celebración de este misterio, en efecto, nos desnuda con nosotros mismos y nos proyecta hacia un espejo cuya imagen no es la que suponíamos. “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”, dijo el gran poeta William Blake, y así Samantha y Prohibida dicen al final: “Tanto hedonismo va a volverme loca”. No, esperemos que no sea así, aunque el camino que señala Dionisio –y posteriormente Cibeles, en la religión de Mitra que abrazaron los soldados romanos y que posteriormente evolucionó hacia el cristianismo, o más bien, se fusionó con él- tiene esos peligros, por el exceso que tal sabiduría y conocimiento conllevan en lo sensual y la potencia de la vida. Esperemos que no sea así, repito, porque no hace falta arder en ese conocimiento y destruirse: nos basta con que Samantha Hudson y La Prohibida nos lo atestigüen muchos años más, les queda mucho recorrido artístico que ofrecernos.